—Señor Miguel, ¿desde qué hora salió usted y qué fue lo que logró pescar?
—Salimos desde las 4 de la mañana y son las 10:30, mire lo que cogimos: unos macabí, unos conguitos, unos changos. Nada.
La desesperanza se le nota en la voz. Su mirada se pierde entre el lodo que antes fue espejo de agua. Para los pescadores de La Boquilla, la sedimentación “no tiene comparación”, dice, mientras sostiene su red vacía.

Miguel Antonio Pájaro Terán, uno de los pescadores más antiguos del corregimiento de La Boquilla, lleva décadas lanzando sus redes en la Ciénaga de la Virgen, pero hoy su faena no le da para alimentar a su familia. “Antes uno salía al amanecer y regresaba con la canoa llena. Ahora, si acaso, uno trae un par de pescados”, confiesa mientras muestra su pobre captura.
Atendiendo el llamado de la comunidad pesquera, Infomilenials llegó hasta el corregimiento de La Boquilla, al norte de Cartagena, para visibilizar la difícil situación que viven quienes dependen del arte de la pesca en la Ciénaga de la Virgen, hoy afectada por una alarmante sedimentación que reduce cada día sus aguas.
Los pescadores reclaman acción por la Ciénaga
A pocos metros, sobre una lancha artesanal, David Torres, representante legal de la Asociación de Pescadores Mitarraya, señala el punto donde antes abundaban los peces. Allí, entre el fango y la maleza, colocaron un pequeño monumento simbólico.—Es para recordarle a la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) que debía supervisar el retiro de 4.5 toneladas de lodo —explica—. “Nunca se ha sacado ni una bolsa, ni un kilo. Todo sigue aquí, embancando, dañando este cuerpo de agua que sostiene a toda una comunidad”.
David asegura que la historia de la Ciénaga es la historia del abandono institucional. En los años 40, la pesca local sostenía a las familias. “Hoy está destruido. Ya el pescador no puede vivir de la pesca, porque la ciénaga se está muriendo lentamente”, denuncia.
El dirigente señala directamente a Aguas de Cartagena —según su testimonio— por vertimientos al cuerpo lagunar. “La contaminación y la falta de dragado son las causas de esta tragedia”, afirma. También reprocha la pasividad de Cardique: “No hay planes de limpieza, ni canalización, ni respuestas a las peticiones que hemos hecho”.

Oficios al borde del olvido
La indignación no es solo de los líderes. Alcides Vega, de 79 años, lleva casi siete décadas pescando. Su memoria guarda los días en que el agua le llegaba al pecho. “Hoy piso hierba donde antes no alcanzaba a tocar fondo”, cuenta.
Recuerda cuando en dos horas llenaban las canoas de mojarra y róbalo. “Hoy no cogemos ni para comprar una bolsa de arroz de 2.000 pesos. Pesco por amor, porque esto es mi vida, pero ya no da para vivir de esto”.
El temor es claro: el oficio puede desaparecer. “La pesca es un arte, pero el gobierno no nos protege. Todo es turismo, todo es negocio, y a nosotros nos quieren sacar de aquí”. Sus palabras condensan el choque entre el desarrollo urbano y la sostenibilidad de las comunidades tradicionales. La Boquilla, hoy polo turístico, ha visto cómo sus lagunas y ciénagas ceden ante proyectos e infraestructura.
Sequía que amenaza el sustento
Las mujeres también alzan la voz. Petrona Gómez, recolectora de crustáceos y pescadora artesanal, lleva más de 20 años buscando chipi chipi y caracoles. “Antes recogíamos 10 o 12 tanques diarios. Hoy, con suerte, llenamos tres. A veces no cogemos ni uno”, lamenta.
Su jornada empieza a las seis de la mañana y termina antes del mediodía, con el sol golpeando sobre la ciénaga. “Pedimos a las entidades competentes que nos ayuden a recuperar este cuerpo de agua. Es nuestro sustento diario”, insiste.
A su lado, Marelvis Pineda complementa: “La Ciénaga de la Virgen está seca. La pesca se nos está agotando. Vivimos una crisis porque de aquí sacamos la comida de nuestros hijos”. Recuerda cuando salía a faenar con su padre y el agua rebosaba de vida. “Había abundancia de chipi chipi, caracol, jaiba. Hoy casi no hay nada”.
La degradación del ecosistema golpea especialmente a las mujeres de La Boquilla, que viven de la recolección artesanal. Cuando la ciénaga se seca, no solo se pierde la pesca, también se pierde el sustento de muchos hogares encabezados por ellas.

Los pescadores exigen soluciones urgentes
La comunidad pesquera coincide en algo: las promesas oficiales no han pasado de los comunicados. David Torres recuerda que han presentado peticiones formales a Cardique, a la Alcaldía y a la Gobernación. “Todo ha sido un fracaso. Nadie responde. No hay un solo proyecto de dragado o recuperación real”.
Mientras tanto, en municipios del Magdalena y Magangué avanzan programas de restauración de sus ciénagas, con apoyo estatal y de organizaciones ambientales. “La Ciénaga de la Virgen también merece atención, también merece una oportunidad de renacer”, concluye.
En Cartagena, el contraste es evidente: mientras La Boquilla lucha contra el lodo, a pocos kilómetros prosperan inversiones turísticas. Para la comunidad, la riqueza de la ciudad nació de su relación con el agua; perderla sería ceder parte de su identidad.

Un llamado desde el agua
La jornada terminó bajo el sol intenso del mediodía. Desde la orilla, el equipo de Infomilenials observó el regreso de la balsa de Miguel Pájaro Terán con apenas unos cuantos peces: el reflejo visible de una crisis que avanza en silencio.
“Seguiremos pescando hasta que nos muramos, si Dios lo permite”, dice Miguel, mientras acomoda sus redes húmedas sobre la arena.
Esa frase resume la resignación y la esperanza de la comunidad pesquera de La Boquilla, que resiste entre el fango y el olvido. No piden milagros: exigen ser escuchados y que se actúe antes de que la ciénaga, que un día fue su sustento, se convierta en recuerdo.